Desde El CEPLaS (Centro de Estudios y Proyectos Laborales y Sociales) queremos compartir algunas reflexiones, y transformarlas en herramientas que nos permitan abordar los debates necesarios que hoy el Movimiento Obrero se debe.
El Movimiento Sindical en el siglo XXI.
-------------------------------------------------------------------------------------------
Con el legado del 17 de octubre. Volver a "las patas en la fuente".
Y con la necesidad de una reafirmación y actualización política y doctrinaria sindical, para fortalecer la Unidad, la Solidaridad y la Organización.
"Recuerden trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los argentinos". Juan D. Perón, 17/10/1945.-
"El pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio. (…) No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolor, enfrentamientos, energías mal gastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados, al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí. (…) para poder tener futuro y no repetir nuestro pasado, necesitamos enfrentar con plenitud el desafío del cambio. Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro". N. Kirchner, 25/5/2003.-
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas." Rodolfo Walsh (1970).
La crisis política y la fragmentación del movimiento sindical.
Nuestro movimiento sindical padece una crisis política profunda y de larga data que es la causa principal de la actual fragmentación.
Se trata de una crisis de proyecto, programa y liderazgo sindical. No es sólo una simple cuestión de las ambiciones desmedidas de poder y/o el "vedettismo" de algunos dirigentes.
Habría que remontarse a la segunda mitad de la década del 80 del siglo pasado para encontrar la última experiencia de Unidad con proyecto, programa y liderazgo compartidos por una amplia mayoría de la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales, mas precisamente al Programa de los 26 Puntos para la Unión Nacional y a Saúl Ubaldini, Secretario General de la CGT en 1986.
Posteriormente la fase de profundización y consolidación de la hegemonía liberal que lideró el menemismo, requirió como condición imprescindible la derrota política, la división organizativa y por ende el debilitamiento de la capacidad de resistencia de los trabajadores al saqueo del patrimonio público construido en las décadas anteriores y una brutal redistribución regresiva de la riqueza primero con la hiperinflación y después con el hiperdesempleo.
La "tercera década infame" (1989/2002), igual que la primera, duró más de diez años, empezó en 1989 con el primero gobierno de Menem y terminó en 2002 con el breve período del senador Duhalde a cargo de la presidencia de la Nación.
La fragmentación y debilidad sindical actual se explica por esa crisis de pérdida de Unidad, proyecto, programa y liderazgo colectivo que coincidió con la brutal crisis política y social nacional, casi terminal, del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Desde entonces, en estos últimos diez años, la clase trabajadora y nuestro Pueblo tuvieron un proyecto, programa y liderazgo político, legítimo y bien definido, respaldado reiteradamente por el pleno ejercicio de la soberanía popular. Probablemente, la crisis y división del movimiento sindical sea todavía una de las peores rémoras de aquella "tercera década infame".
La única excepción a la situación actual, fue el periodo de recomposición parcial, por un tiempo limitado, gracias a la intervención "desde afuera" del Presidente Néstor Kirchner, en primera instancia, y después, de la actual Presidenta. Dicha intervención en forma de respaldo político permitió la continuidad de los casi dos períodos de Hugo Moyano en la Secretaría General de la CGT unificada, entre 2004 y 2011.
Es preciso reflexionar en profundidad sobre las causas de esta situación y analizar en especial los motivos que llevaron a importantes dirigentes, de lo mejor de la resistencia al neoliberalismo, fundadores junto a Juan Manuel Palacios y Germán Abdala, del MTA y la CTA., a la expresión políticamente degradada que encarnan hoy el moyanisno y el degenarismo.
Asumir la crisis y recuperar la Unidad de concepción y acción.
Esa reflexión y la consecuente acción inmediata, son fundamentales ante la ofensiva patronal y mediática que con el pretexto de fallas en la representación en algunas organizaciones y/o vía acusaciones por la corrupción de algunos dirigentes (que podrían serlo, como ocurre en otros ámbitos de la actividad privada y pública), y con la colaboración digna de mejor causa de algunos dirigentes sindicales que han perdido, entre otras cosas, la brújula ideológica y política, buscan producir el mayor daño y división posible en el Movimiento Sindical.
Los principales grupos económicos y empresas transnacionales, es decir, el poder oligárquico real, sabe muy bien que la división y la consecuente debilidad del sindicalismo, es un requisito indispensable para concretar sus proyectos de restauración neoliberal, y perpetrar un nuevo saqueo de la Argentina, y de los derechos, la dignidad y la esperanza de los trabajadores y nuestras familias.
Asumir crisis en toda su magnitud es la responsabilidad principal de las organizaciones mayoritarias y la dirigencia del Movimiento Sindical, en especial de las organizaciones y dirigentes nucleados en la CGT, que conduce Antonio Caló, y la CTA que conduce Hugo Yasky; pero tambien es una tarea indelegable de los militantes y las agrupaciones sindicales en todo el país.
Para la tarea de asumir la crisis y recuperar la Unidad de concepción y de acción; para recuperar la Unidad de proyecto, programa y liderazgo sindical, se requiere retomar el legado del 17 de octubre; volver a meter "las patas en la fuente"; actuar honrando los legados de Juan Perón y Néstor Kirchner.
Los trabajadores, el 17 de octubre y el legado de Perón.
El actual modelo sindical tuvo su instancia fundacional, decisiva, en la histórica movilización obrera y popular del 17 octubre de 1945.
Este modelo tiene su fundamentos en la Unicidad (un sindicato mayoritario con personería gremial por actividad) y en la democracia interna, y que ha sido sumamente eficaz en la defensa de los intereses de los trabajadores en las épocas de avance social y también en las de resistencias a las dictaduras y al neoliberalismo, en la segunda mitad del siglo XX, Aquel hecho histórico, génesis del Peronismo, sirvió también de respaldo político fundamental al decreto 23852 de asociaciones gremiales. Esta fue una norma que el Coronel Perón había negociado con la Confederación General del Trabajo (fundada en 1930) e impulsado desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y puesto en vigencia, el 2 de octubre de ese mismo año; pocos días antes de que fuera relevado de su cargo en el gobierno y detenido en la isla Martín García.
A partir de entonces, en un tiempo relativamente corto y en especial a partir de la victoria electoral del 24 de febrero de 1946, que llevó a Perón a la Presidencia de la Nación, la clase trabajadora logró conquistas que habían llevado muchos años de luchas y sacrificios y que significaron un enorme paso adelante, un paso verdaderamente revolucionario.
Basta recurrir a los muchos estudios políticos, sociales y económicos, a los registros con la opinión de la gran mayoría de los obreros, militantes y dirigentes de la época o bien a las estadísticas que corroboran ese extraordinario avance.
El primer paso consistió en unificar al movimiento obrero para fortalecerlo como fuerza capaz de hacerse sentir en los momentos claves; porque, ya por entonces, como ahora, y como siempre, la división y la debilidad organizativa sólo tiene como únicos beneficiarios a las patronales, fundamentalmente a los grupos económicos oligárquicos y a las principales empresas transnacionales, nunca a los trabajadores.
Posteriormente, tras los 18 años de resistencia y a poco de la recuperación de la democracia y el gobierno para el Pueblo, en el último año de su vida, y por encima de los conflictos y divisiones que marcaron a aquella coyuntura política, el General Perón dejó como legado un documento con la síntesis de sus reflexiones, el "Modelo Argentino para el Proyecto Nacional", con un capítulo especialmente dirigido a los trabajadores, donde entre otras afirmaciones doctrinarias fundamentales, expresó: "Los trabajadores constituyen uno de los pilares del proceso de cambio. En el momento en que teníamos que rescatar a la sociedad argentina de una concepción liberal, los trabajadores configuraron la columna vertebral del proceso. En la comunidad a que aspiramos, la organización de los trabajadores es condición imprescindible para la solución auténtica de las necesidades del pueblo. A partir del principio de la libre posibilidad de construir sindicatos, el Justicialismo siempre sustentose en el criterio de la indivisibilidad de la clase obrera organizada. En consecuencia, una sola central obrera. (…) Los trabajadores tienen que organizarse para que su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la comunidad a la que aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales. Se requiere de la presencia activa de los trabajadores en todos los niveles. (…) Las organizaciones sindicales no valen sólo por la cantidad de los componentes que agrupan, sino también por los dirigentes capacitados que las conducen. Debe procederse a la formación de líderes en todos los niveles. (…) La capacidad para decidir y para participar en las organizaciones de los trabajadores, forman parte de las condiciones fundamentales del dirigente gremial. Los Derechos del Trabajador, consagrados en nuestra reforma constitucional de 1949, tienen plena vigencia en este Modelo. Los derechos a trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales, contenidos en dicha reforma, tienen que ser completados con el derecho a la participación plena, en los ámbitos a los cuales el trabajador sea convocado por leyes especiales, y además con el derecho a la participación en el ámbito de las empresas en las que se desenvuelve".
Los trabajadores, el Pueblo y el legado de Néstor Kirchner. El extraordinario legado histórico de Néstor Kirchner, que es sin duda la continuidad actualizada del que recibimos del General Perón, quedó plasmado en su discurso al asumir la presidencia de la Nación, el 25 de mayo de 2003:
"No debemos ni podemos conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo gobierno. No debe la dirigencia política agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral sino, por el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas de lo que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia de un país.
A comienzos de los 80, se puso el acento en el mantenimiento de las reglas de la democracia y los objetivos planteados no iban más allá del aseguramiento de la subordinación real de las Fuerzas Armadas al poder político. La medida del éxito de aquella etapa histórica, no exigía ir más allá de la preservación del Estado de derecho, la continuidad de las autoridades elegidas por el pueblo. Así se destacaba como avance significativo y prueba de mayor eficacia la simple alternancia de distintos partidos en el poder. En la década de los 90, la exigencia sumó la necesidad de la obtención de avances en materia económica, en particular, en materia de control de la inflación. La medida del éxito de esa política, la daba las ganancias de los grupos más concentrados de la economía, la ausencia de corridas bursátiles y la magnitud de las inversiones especulativas sin que importara la consolidación de la pobreza y la condena a millones de argentinos a la exclusión social, la fragmentación nacional y el enorme e interminable endeudamiento externo., (…) Se intentó reducir la política a la sola obtención de resultados electorales; el gobierno, a la mera administración de las decisiones de los núcleos de poder económico con amplio eco mediático, al punto que algunas fuerzas políticas en 1999, se plantearon el cambio en términos de una gestión más prolija, pero siempre en sintonía con aquellos mismos intereses. El resultado no podía ser otro que el incremento del desprestigio de la política y el derrumbe del país.
Concluye en la Argentina una forma de hacer política y un modo de cuestionar al Estado. Colapsó el ciclo de anuncios grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza permanente.
Deben encararse los cambios con decisión y coraje, avanzando sin pausas pero sin depositar la confianza en jugadas mágicas o salvadoras ni en genialidades aisladas. Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas. Por eso, nadie piense que las cosas cambiarán de un día para otro sólo porque se declamen. Un cambio que pueda consolidarse necesitará de la sumatoria de hechos cotidianos que en su persistencia derroten cualquier inmovilismo y un compromiso activo de la sociedad en ese cambio.
Ningún dirigente, ningún gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio. Desarmado de egoísmos individuales o sectoriales, la conciencias y los actos deben encontrarse en el amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde desde mucha ideas pueda contribuirse a una finalidad común. (…) Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con un Estado inteligente.
Queremos recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada, más madura y más justa. (Aplausos). Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona. (Aplausos). Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. (Aplausos) Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren".(Aplausos)
A diez años de aquel momento, los trabajadores hemos recuperado derechos laborales y sociales, dignidad, plena vigencia de las paritarias, y se ha restablecido el principio protectorio del trabajo, tanto como la plena libertad sindical en el marco de un Proyecto Nacional, Popular y Democrático. Este proyecto que conduce Cristina Fernández de Kirchner se despliega con el carácter movimientista y frentista fundacional del Peronismo y tras las banderas de la Soberanía política, la Independencia Económica y la Justicia Social, sumando con amplitud, a sectores y dirigentes de los mas diversos orígenes políticos y sociales. Está claro, también que quedan todavía muchas cuestiones y reivindicaciones importantes pendientes, porque la realidad no se modifica sólo con consignas y normas estatales, sino cuando se construye la fuerza política y social necesaria para cambiar las relaciones de poder realmente existentes.
¿Qué sindicalismo necesitan los trabajadores en el siglo XXI?
¿Qué sindicalismo necesita nuestra clase trabajadora para continuar avanzando resolviendo esas cuestiones y reivindicaciones importantes pendientes? ¿Qué sindicalismo necesita nuestra clase trabajadora, en la actual etapa, en camino al Bicentenario de la Independencia Nacional? ¿Cuáles son los rasgos principales del movimiento sindical en la actualidad? ¿Cuáles deben ser los ejes políticos y conceptuales y las prioridades laborales y sociales de un nuevo Programa (ver propuesta en anexo), que sea una continuidad actualizada de aquellos que constituyeron hitos históricos en la segunda mitad del siglo pasado, desde La Falda (1957) hasta los "26 puntos para la Unidad Nacional (1986)?
¿Qué sindicalismo necesita el Proyecto Nacional para seguir construyendo la soberanía política, la independencia económica, la justicia social en nuestra Patria, y la plena integración y unidad con los pueblos hermanos de la Patria Grande?
Estas y otras preguntas se imponen de inmediato cuando se intenta pensar en términos estratégicos el rol y los desafíos históricos que debe asumir el movimiento sindical como principal herramienta organizativa de la clase trabajadora nacional; tal como lo fue antes y lo sigue siendo ahora.
Encontrar las respuestas correctas, oportunas y eficaces, y ponerlas en práctica es una indelegable tarea colectiva de todos y cada uno de los trabajadores, de los delegados gremiales y los militantes y las agrupaciones sindicales a lo largo y lo ancho de la Patria.
Esta hora requiere del máximo compromiso y de una lealtad sin fisuras con la causa de los trabajadores y el Pueblo, con el Proyecto Nacional que venimos construyendo, como continuidad histórica de las luchas anteriores, desde la fundación del actual modelo sindical y la génesis del Peronismo, como identidad política mayoritaria de la clase trabajadora nacional, el 17 de octubre de 1945.
¿Qué sindicalismo necesitan, hoy, los trabajadores?:
• Un sindicalismo integral y solidario al servicio del conjunto de la clase trabajadora, que priorice las reivindicaciones y los derechos de los desempleados y de los mas desprotegidos, sin ninguna discriminación de actividad, categoría u oficio.
• Un sindicalismo de y para los trabajadores, no de y para los dirigentes.
• Un sindicalismo de fuerte inserción y representación gremial auténtica en los lugares de trabajo.
• Un sindicalismo programático que priorice la unidad de concepción y el accionar político colectivo y solidario, y no el "posicionamiento" y el mero oportunismo de los dirigentes.
• Un sindicalismo capaz de resolver la fragmentación y la debilidad organizativa actual que es consecuencia del déficit de proyecto y liderazgo político colectivo, más allá de la buena voluntad de muchos dirigentes que sin duda son "honestos, leales y capaces".
• Un sindicalismo cuyos dirigentes se parezcan a y vivan como los trabajadores a los que deben representar y defender.
• Un sindicalismo donde los trabajadores organizados decidan y "conduzcan" a los dirigentes, y no donde los dirigentes "manden" a los trabajadores.
• Un sindicalismo donde la estructura organizativa, el "aparato", esté al servicio de los trabajadores y sus necesidades y decisiones orgánicas, y no a disposición del interés sectorial o individual de los dirigentes.
• Un sindicalismo profundamente comprometido y hermanado con las luchas de los trabajadores y los pueblos de la Patria Grande, y protagonista en el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC.
Noviembre de 2013.-
Marcos Helbert - Néstor Lafleur.
------------------------------------------------------------------------------------------------
Anexo.
Aportes para un Programa Laboral y Social.
10 puntos para la Inclusión y la Justicia Social.
(Centro de Estudios Laborales Regional La Plata, Berisso y Ensenada, Declaración del 1º de mayo de 2012).
"Donde hay una necesidad, nace un derecho". Eva Perón.
Es preciso debatir seriamente algunos objetivos y reivindicaciones a incluir en una agenda común, y aun mejor, en un futuro Programa que exprese al conjunto de nuestra clase trabajadora, un nuevo Programa histórico, a la altura de aquellos, como los de La Falda (1957), Huerta Grande (1962), de la CGT de los Argentinos (1968) y los 26 puntos de la Unidad Nacional (1986), que jalonaron la extraordinaria experiencia de nuestro Movimiento sindical en especial en la segunda mitad del siglo pasado. Algunos de ellos podrían ser los siguientes:
I - Pleno empleo digno y justa distribución de la riqueza .
El pleno empleo y la justa distribución de la riqueza deben ser los principales objetivos estratégicos de la planificación y de la ejecución de las políticas públicas, y en especial de la política económica.
El Estado debe garantizar el derecho a trabajar (art. 37 Constitución 1949).
La Justicia en la distribución de la riqueza, que sólo el trabajo produce, no sólo significa un reconocimiento efectivo a los derechos humanos y sociales de las personas, sino que es una condición necesaria para el desarrollo económico integral y armónico, y para la seguridad y la paz social.
Plena vigencia del derecho constitucional a la participación en las ganancias de las empresas.
II - Erradicar el empleo ilegal (en negro); en especial, el infantil; y la precarización laboral.
Avanzar de inmediato en un plan de legalización para reducir gradualmente la actual brecha de desigualdad en cuanto a dignidad, derechos e ingresos al interior de la clase trabajadora, considerando en especial a los trabajadores municipales, de las cooperativas de trabajo, empresas recuperadas, etc.
III - Salarios dignos.
Los salarios dignos deben ser garantizados por el Estado, sobre la base del siguiente precedente legal: 'Salario Vital Mínimo es la remuneración al trabajo que permite asegurar en cada zona, al empleado y obrero y a su familia, alimentación adecuada, vivienda higiénica, vestuario, educación de los hijos, asistencia sanitaria, transporte y movilidad, previsión, vacaciones y recreaciones' (ley 13077, sancionada 20-10-1947). Todos los trabajadores deben percibir ingresos que igualen o superen el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM).
Recomposición salarial permanente a través de la plena vigencia de las negociaciones colectivas.
IV- Defensa activa del poder adquisitivo de los salarios.
Se deben implementar políticas y acciones públicas que aseguren una mayor y mejor producción y distribución de bienes y servicios; que eviten, y, cuando corresponda, sancionen las prácticas oligopólicas, la especulación y las maniobras extorsivas que puedan intentar las empresas que concentran la propiedad y el control de las principales actividades productivas y de servicios del país.
V - Jornada laboral de 8 horas.
El Estado, con la participación de las organizaciones sindicales, y, si fuera posible, con la colaboración del empresariado, debe garantizar el cumplimiento efectivo de la legislación vigente: jornada limitada de 8 horas diarias; lo cual disminuirá la sobreocupación, muchas veces impaga, y tendrá, además, un efecto redistributivo con la creación de nuevos empleos.
VI - Protección del trabajo.
Plena vigencia del derecho protectorio del trabajo. Derogación de las normas antilaborales, injustas e inconstitucionales, todavía vigentes. La reciente sanción de la ley 26727 que establece un nuevo Régimen Nacional del Trabajo Agrario, significa un gran avance en este sentido.
Esta es una decisión reparatoria, ética y política, que se debe concretar en homenaje a las decenas de miles de trabajadores, delegados y dirigentes gremiales, y profesionales ligados al movimiento sindical, que sufrieron la muerte, el secuestro, y la desaparición, cárcel, torturas y exilio por su compromiso con la causa popular.
Promoción de una nueva ley de riesgos del trabajo que proteja integral y eficazmente la vida, la integridad personal y los derechos de los trabajadores y sus familias.
VII- Erradicar la desnutrición, la mortalidad, el analfabetismo y la indigencia infantil y juvenil.
Esta es un objetivo urgente, sin duda el mas grave de la deuda social endiente desde la debacle del 2001. Es imprescindible desplegar una estrategia integral, conjunta, estatal y social. Es posible hacerlo en pocos años, con la Asignación Universal por Hijo se ha dado un gran paso adelante.
VIII- Salud, Educación y Seguridad Social públicas.
Reconstruir y garantizar a todos los trabajadores y sus familias la cobertura completa del sistema público de salud y educación, garantizando su equidad y sustentabilidad; complementando así la decisión de reestatizar y extender el del Sistema Nacional de Seguridad Social.
IX - Diálogo social.
El Diálogo Social debe ser convocado e implementado institucionalmente, a partir de nuestros antecedentes nacionales, incluyendo la conformación de un Consejo Social y Económico Nacional, que podrá integrarse con representantes de las organizaciones sindicales y sociales de trabajadores, y con representantes del sector empresarial, amén de funcionarios nacionales.
En el marco de dicho Consejo se debe impulsar un Acuerdo nacional para el pleno empleo digno, la producción y la Justicia Social, con características de Política de Estado, sobre la base del reconocimiento y el cumplimiento efectivo de los derechos humanos y sociales de los trabajadores (empleados, desempleados y jubilados), y sus familias; y de la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica.
X - Protagonismo democrático de los trabajadores.
Promover y concretar la participación plena, activa, de los trabajadores en las decisiones sobre los grandes temas nacionales, en la estructura del Estado, y en las empresas.
Un Programa de esta índole, con estos u otros objetivos y reivindicaciones, sería, esta vez, una herramienta para el diálogo y el trabajo en conjunto con nuestro gobierno nacional, popular y democrático, con la conducción de la compañera Presidenta.
Consideramos, también, que se debe impulsar con fuerza y debatir seriamente, la necesidad de una Reforma Constitucional, que recoja el espíritu, los valores, y el articulado clave (arts 37, 38, 39 y 40) de la Reforma de 1949, la llamada, con toda justicia, Constitución de los Trabajadores, actualizados de acuerdo al estado de la mundialización, y al cuadro de situación nacional y regional latinoamericano.
Este debate es esencial para la profundización, condición imprescindible, sine qua non, de la consolidación del Proyecto Nacional, Popular y Democrático, en este tiempo, entre los Bicentenarios de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia Nacional.
Formulamos estos aportes con la vocación de que sean útiles para avanzar hacia los objetivos estratégicos de lograr la plena inclusión, y la Justicia Social con la distribución progresiva de la riqueza, mientras seguimos construyendo la Nueva Argentina del siglo XXI.
"La gran diferencia entre la Argentina que recibimos y la que vamos a entregar a las generaciones futuras es muy simple, pero muy honda: en la Nueva Argentina el Pueblo decide su propio destino".
(Juan Domingo Perón, Mensaje de la Victoria, Congreso de la Nación, 1º mayo de 1951).
Como Pueblo estamos transitando de la Reconstrucción a la Refundación nacional, para lograrlo plenamente es fundamental contar con la Unidad, la Solidaridad, la Organización y el Protagonismo de la clase trabajadora nacional.
A esa tarea convocamos, y nos convocamos.
-------------------------------------------------------------------------------------------
Con el legado del 17 de octubre. Volver a "las patas en la fuente".
Y con la necesidad de una reafirmación y actualización política y doctrinaria sindical, para fortalecer la Unidad, la Solidaridad y la Organización.
"Recuerden trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los argentinos". Juan D. Perón, 17/10/1945.-
"El pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio. (…) No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolor, enfrentamientos, energías mal gastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados, al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí. (…) para poder tener futuro y no repetir nuestro pasado, necesitamos enfrentar con plenitud el desafío del cambio. Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro". N. Kirchner, 25/5/2003.-
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas." Rodolfo Walsh (1970).
La crisis política y la fragmentación del movimiento sindical.
Nuestro movimiento sindical padece una crisis política profunda y de larga data que es la causa principal de la actual fragmentación.
Se trata de una crisis de proyecto, programa y liderazgo sindical. No es sólo una simple cuestión de las ambiciones desmedidas de poder y/o el "vedettismo" de algunos dirigentes.
Habría que remontarse a la segunda mitad de la década del 80 del siglo pasado para encontrar la última experiencia de Unidad con proyecto, programa y liderazgo compartidos por una amplia mayoría de la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales, mas precisamente al Programa de los 26 Puntos para la Unión Nacional y a Saúl Ubaldini, Secretario General de la CGT en 1986.
Posteriormente la fase de profundización y consolidación de la hegemonía liberal que lideró el menemismo, requirió como condición imprescindible la derrota política, la división organizativa y por ende el debilitamiento de la capacidad de resistencia de los trabajadores al saqueo del patrimonio público construido en las décadas anteriores y una brutal redistribución regresiva de la riqueza primero con la hiperinflación y después con el hiperdesempleo.
La "tercera década infame" (1989/2002), igual que la primera, duró más de diez años, empezó en 1989 con el primero gobierno de Menem y terminó en 2002 con el breve período del senador Duhalde a cargo de la presidencia de la Nación.
La fragmentación y debilidad sindical actual se explica por esa crisis de pérdida de Unidad, proyecto, programa y liderazgo colectivo que coincidió con la brutal crisis política y social nacional, casi terminal, del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Desde entonces, en estos últimos diez años, la clase trabajadora y nuestro Pueblo tuvieron un proyecto, programa y liderazgo político, legítimo y bien definido, respaldado reiteradamente por el pleno ejercicio de la soberanía popular. Probablemente, la crisis y división del movimiento sindical sea todavía una de las peores rémoras de aquella "tercera década infame".
La única excepción a la situación actual, fue el periodo de recomposición parcial, por un tiempo limitado, gracias a la intervención "desde afuera" del Presidente Néstor Kirchner, en primera instancia, y después, de la actual Presidenta. Dicha intervención en forma de respaldo político permitió la continuidad de los casi dos períodos de Hugo Moyano en la Secretaría General de la CGT unificada, entre 2004 y 2011.
Es preciso reflexionar en profundidad sobre las causas de esta situación y analizar en especial los motivos que llevaron a importantes dirigentes, de lo mejor de la resistencia al neoliberalismo, fundadores junto a Juan Manuel Palacios y Germán Abdala, del MTA y la CTA., a la expresión políticamente degradada que encarnan hoy el moyanisno y el degenarismo.
Asumir la crisis y recuperar la Unidad de concepción y acción.
Esa reflexión y la consecuente acción inmediata, son fundamentales ante la ofensiva patronal y mediática que con el pretexto de fallas en la representación en algunas organizaciones y/o vía acusaciones por la corrupción de algunos dirigentes (que podrían serlo, como ocurre en otros ámbitos de la actividad privada y pública), y con la colaboración digna de mejor causa de algunos dirigentes sindicales que han perdido, entre otras cosas, la brújula ideológica y política, buscan producir el mayor daño y división posible en el Movimiento Sindical.
Los principales grupos económicos y empresas transnacionales, es decir, el poder oligárquico real, sabe muy bien que la división y la consecuente debilidad del sindicalismo, es un requisito indispensable para concretar sus proyectos de restauración neoliberal, y perpetrar un nuevo saqueo de la Argentina, y de los derechos, la dignidad y la esperanza de los trabajadores y nuestras familias.
Asumir crisis en toda su magnitud es la responsabilidad principal de las organizaciones mayoritarias y la dirigencia del Movimiento Sindical, en especial de las organizaciones y dirigentes nucleados en la CGT, que conduce Antonio Caló, y la CTA que conduce Hugo Yasky; pero tambien es una tarea indelegable de los militantes y las agrupaciones sindicales en todo el país.
Para la tarea de asumir la crisis y recuperar la Unidad de concepción y de acción; para recuperar la Unidad de proyecto, programa y liderazgo sindical, se requiere retomar el legado del 17 de octubre; volver a meter "las patas en la fuente"; actuar honrando los legados de Juan Perón y Néstor Kirchner.
Los trabajadores, el 17 de octubre y el legado de Perón.
El actual modelo sindical tuvo su instancia fundacional, decisiva, en la histórica movilización obrera y popular del 17 octubre de 1945.
Este modelo tiene su fundamentos en la Unicidad (un sindicato mayoritario con personería gremial por actividad) y en la democracia interna, y que ha sido sumamente eficaz en la defensa de los intereses de los trabajadores en las épocas de avance social y también en las de resistencias a las dictaduras y al neoliberalismo, en la segunda mitad del siglo XX, Aquel hecho histórico, génesis del Peronismo, sirvió también de respaldo político fundamental al decreto 23852 de asociaciones gremiales. Esta fue una norma que el Coronel Perón había negociado con la Confederación General del Trabajo (fundada en 1930) e impulsado desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y puesto en vigencia, el 2 de octubre de ese mismo año; pocos días antes de que fuera relevado de su cargo en el gobierno y detenido en la isla Martín García.
A partir de entonces, en un tiempo relativamente corto y en especial a partir de la victoria electoral del 24 de febrero de 1946, que llevó a Perón a la Presidencia de la Nación, la clase trabajadora logró conquistas que habían llevado muchos años de luchas y sacrificios y que significaron un enorme paso adelante, un paso verdaderamente revolucionario.
Basta recurrir a los muchos estudios políticos, sociales y económicos, a los registros con la opinión de la gran mayoría de los obreros, militantes y dirigentes de la época o bien a las estadísticas que corroboran ese extraordinario avance.
El primer paso consistió en unificar al movimiento obrero para fortalecerlo como fuerza capaz de hacerse sentir en los momentos claves; porque, ya por entonces, como ahora, y como siempre, la división y la debilidad organizativa sólo tiene como únicos beneficiarios a las patronales, fundamentalmente a los grupos económicos oligárquicos y a las principales empresas transnacionales, nunca a los trabajadores.
Posteriormente, tras los 18 años de resistencia y a poco de la recuperación de la democracia y el gobierno para el Pueblo, en el último año de su vida, y por encima de los conflictos y divisiones que marcaron a aquella coyuntura política, el General Perón dejó como legado un documento con la síntesis de sus reflexiones, el "Modelo Argentino para el Proyecto Nacional", con un capítulo especialmente dirigido a los trabajadores, donde entre otras afirmaciones doctrinarias fundamentales, expresó: "Los trabajadores constituyen uno de los pilares del proceso de cambio. En el momento en que teníamos que rescatar a la sociedad argentina de una concepción liberal, los trabajadores configuraron la columna vertebral del proceso. En la comunidad a que aspiramos, la organización de los trabajadores es condición imprescindible para la solución auténtica de las necesidades del pueblo. A partir del principio de la libre posibilidad de construir sindicatos, el Justicialismo siempre sustentose en el criterio de la indivisibilidad de la clase obrera organizada. En consecuencia, una sola central obrera. (…) Los trabajadores tienen que organizarse para que su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la comunidad a la que aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales. Se requiere de la presencia activa de los trabajadores en todos los niveles. (…) Las organizaciones sindicales no valen sólo por la cantidad de los componentes que agrupan, sino también por los dirigentes capacitados que las conducen. Debe procederse a la formación de líderes en todos los niveles. (…) La capacidad para decidir y para participar en las organizaciones de los trabajadores, forman parte de las condiciones fundamentales del dirigente gremial. Los Derechos del Trabajador, consagrados en nuestra reforma constitucional de 1949, tienen plena vigencia en este Modelo. Los derechos a trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales, contenidos en dicha reforma, tienen que ser completados con el derecho a la participación plena, en los ámbitos a los cuales el trabajador sea convocado por leyes especiales, y además con el derecho a la participación en el ámbito de las empresas en las que se desenvuelve".
Los trabajadores, el Pueblo y el legado de Néstor Kirchner. El extraordinario legado histórico de Néstor Kirchner, que es sin duda la continuidad actualizada del que recibimos del General Perón, quedó plasmado en su discurso al asumir la presidencia de la Nación, el 25 de mayo de 2003:
"No debemos ni podemos conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo gobierno. No debe la dirigencia política agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral sino, por el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas de lo que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia de un país.
A comienzos de los 80, se puso el acento en el mantenimiento de las reglas de la democracia y los objetivos planteados no iban más allá del aseguramiento de la subordinación real de las Fuerzas Armadas al poder político. La medida del éxito de aquella etapa histórica, no exigía ir más allá de la preservación del Estado de derecho, la continuidad de las autoridades elegidas por el pueblo. Así se destacaba como avance significativo y prueba de mayor eficacia la simple alternancia de distintos partidos en el poder. En la década de los 90, la exigencia sumó la necesidad de la obtención de avances en materia económica, en particular, en materia de control de la inflación. La medida del éxito de esa política, la daba las ganancias de los grupos más concentrados de la economía, la ausencia de corridas bursátiles y la magnitud de las inversiones especulativas sin que importara la consolidación de la pobreza y la condena a millones de argentinos a la exclusión social, la fragmentación nacional y el enorme e interminable endeudamiento externo., (…) Se intentó reducir la política a la sola obtención de resultados electorales; el gobierno, a la mera administración de las decisiones de los núcleos de poder económico con amplio eco mediático, al punto que algunas fuerzas políticas en 1999, se plantearon el cambio en términos de una gestión más prolija, pero siempre en sintonía con aquellos mismos intereses. El resultado no podía ser otro que el incremento del desprestigio de la política y el derrumbe del país.
Concluye en la Argentina una forma de hacer política y un modo de cuestionar al Estado. Colapsó el ciclo de anuncios grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza permanente.
Deben encararse los cambios con decisión y coraje, avanzando sin pausas pero sin depositar la confianza en jugadas mágicas o salvadoras ni en genialidades aisladas. Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas. Por eso, nadie piense que las cosas cambiarán de un día para otro sólo porque se declamen. Un cambio que pueda consolidarse necesitará de la sumatoria de hechos cotidianos que en su persistencia derroten cualquier inmovilismo y un compromiso activo de la sociedad en ese cambio.
Ningún dirigente, ningún gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio. Desarmado de egoísmos individuales o sectoriales, la conciencias y los actos deben encontrarse en el amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde desde mucha ideas pueda contribuirse a una finalidad común. (…) Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con un Estado inteligente.
Queremos recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada, más madura y más justa. (Aplausos). Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona. (Aplausos). Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. (Aplausos) Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren".(Aplausos)
A diez años de aquel momento, los trabajadores hemos recuperado derechos laborales y sociales, dignidad, plena vigencia de las paritarias, y se ha restablecido el principio protectorio del trabajo, tanto como la plena libertad sindical en el marco de un Proyecto Nacional, Popular y Democrático. Este proyecto que conduce Cristina Fernández de Kirchner se despliega con el carácter movimientista y frentista fundacional del Peronismo y tras las banderas de la Soberanía política, la Independencia Económica y la Justicia Social, sumando con amplitud, a sectores y dirigentes de los mas diversos orígenes políticos y sociales. Está claro, también que quedan todavía muchas cuestiones y reivindicaciones importantes pendientes, porque la realidad no se modifica sólo con consignas y normas estatales, sino cuando se construye la fuerza política y social necesaria para cambiar las relaciones de poder realmente existentes.
¿Qué sindicalismo necesitan los trabajadores en el siglo XXI?
¿Qué sindicalismo necesita nuestra clase trabajadora para continuar avanzando resolviendo esas cuestiones y reivindicaciones importantes pendientes? ¿Qué sindicalismo necesita nuestra clase trabajadora, en la actual etapa, en camino al Bicentenario de la Independencia Nacional? ¿Cuáles son los rasgos principales del movimiento sindical en la actualidad? ¿Cuáles deben ser los ejes políticos y conceptuales y las prioridades laborales y sociales de un nuevo Programa (ver propuesta en anexo), que sea una continuidad actualizada de aquellos que constituyeron hitos históricos en la segunda mitad del siglo pasado, desde La Falda (1957) hasta los "26 puntos para la Unidad Nacional (1986)?
¿Qué sindicalismo necesita el Proyecto Nacional para seguir construyendo la soberanía política, la independencia económica, la justicia social en nuestra Patria, y la plena integración y unidad con los pueblos hermanos de la Patria Grande?
Estas y otras preguntas se imponen de inmediato cuando se intenta pensar en términos estratégicos el rol y los desafíos históricos que debe asumir el movimiento sindical como principal herramienta organizativa de la clase trabajadora nacional; tal como lo fue antes y lo sigue siendo ahora.
Encontrar las respuestas correctas, oportunas y eficaces, y ponerlas en práctica es una indelegable tarea colectiva de todos y cada uno de los trabajadores, de los delegados gremiales y los militantes y las agrupaciones sindicales a lo largo y lo ancho de la Patria.
Esta hora requiere del máximo compromiso y de una lealtad sin fisuras con la causa de los trabajadores y el Pueblo, con el Proyecto Nacional que venimos construyendo, como continuidad histórica de las luchas anteriores, desde la fundación del actual modelo sindical y la génesis del Peronismo, como identidad política mayoritaria de la clase trabajadora nacional, el 17 de octubre de 1945.
¿Qué sindicalismo necesitan, hoy, los trabajadores?:
• Un sindicalismo integral y solidario al servicio del conjunto de la clase trabajadora, que priorice las reivindicaciones y los derechos de los desempleados y de los mas desprotegidos, sin ninguna discriminación de actividad, categoría u oficio.
• Un sindicalismo de y para los trabajadores, no de y para los dirigentes.
• Un sindicalismo de fuerte inserción y representación gremial auténtica en los lugares de trabajo.
• Un sindicalismo programático que priorice la unidad de concepción y el accionar político colectivo y solidario, y no el "posicionamiento" y el mero oportunismo de los dirigentes.
• Un sindicalismo capaz de resolver la fragmentación y la debilidad organizativa actual que es consecuencia del déficit de proyecto y liderazgo político colectivo, más allá de la buena voluntad de muchos dirigentes que sin duda son "honestos, leales y capaces".
• Un sindicalismo cuyos dirigentes se parezcan a y vivan como los trabajadores a los que deben representar y defender.
• Un sindicalismo donde los trabajadores organizados decidan y "conduzcan" a los dirigentes, y no donde los dirigentes "manden" a los trabajadores.
• Un sindicalismo donde la estructura organizativa, el "aparato", esté al servicio de los trabajadores y sus necesidades y decisiones orgánicas, y no a disposición del interés sectorial o individual de los dirigentes.
• Un sindicalismo profundamente comprometido y hermanado con las luchas de los trabajadores y los pueblos de la Patria Grande, y protagonista en el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC.
Noviembre de 2013.-
Marcos Helbert - Néstor Lafleur.
------------------------------------------------------------------------------------------------
Anexo.
Aportes para un Programa Laboral y Social.
10 puntos para la Inclusión y la Justicia Social.
(Centro de Estudios Laborales Regional La Plata, Berisso y Ensenada, Declaración del 1º de mayo de 2012).
"Donde hay una necesidad, nace un derecho". Eva Perón.
Es preciso debatir seriamente algunos objetivos y reivindicaciones a incluir en una agenda común, y aun mejor, en un futuro Programa que exprese al conjunto de nuestra clase trabajadora, un nuevo Programa histórico, a la altura de aquellos, como los de La Falda (1957), Huerta Grande (1962), de la CGT de los Argentinos (1968) y los 26 puntos de la Unidad Nacional (1986), que jalonaron la extraordinaria experiencia de nuestro Movimiento sindical en especial en la segunda mitad del siglo pasado. Algunos de ellos podrían ser los siguientes:
I - Pleno empleo digno y justa distribución de la riqueza .
El pleno empleo y la justa distribución de la riqueza deben ser los principales objetivos estratégicos de la planificación y de la ejecución de las políticas públicas, y en especial de la política económica.
El Estado debe garantizar el derecho a trabajar (art. 37 Constitución 1949).
La Justicia en la distribución de la riqueza, que sólo el trabajo produce, no sólo significa un reconocimiento efectivo a los derechos humanos y sociales de las personas, sino que es una condición necesaria para el desarrollo económico integral y armónico, y para la seguridad y la paz social.
Plena vigencia del derecho constitucional a la participación en las ganancias de las empresas.
II - Erradicar el empleo ilegal (en negro); en especial, el infantil; y la precarización laboral.
Avanzar de inmediato en un plan de legalización para reducir gradualmente la actual brecha de desigualdad en cuanto a dignidad, derechos e ingresos al interior de la clase trabajadora, considerando en especial a los trabajadores municipales, de las cooperativas de trabajo, empresas recuperadas, etc.
III - Salarios dignos.
Los salarios dignos deben ser garantizados por el Estado, sobre la base del siguiente precedente legal: 'Salario Vital Mínimo es la remuneración al trabajo que permite asegurar en cada zona, al empleado y obrero y a su familia, alimentación adecuada, vivienda higiénica, vestuario, educación de los hijos, asistencia sanitaria, transporte y movilidad, previsión, vacaciones y recreaciones' (ley 13077, sancionada 20-10-1947). Todos los trabajadores deben percibir ingresos que igualen o superen el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM).
Recomposición salarial permanente a través de la plena vigencia de las negociaciones colectivas.
IV- Defensa activa del poder adquisitivo de los salarios.
Se deben implementar políticas y acciones públicas que aseguren una mayor y mejor producción y distribución de bienes y servicios; que eviten, y, cuando corresponda, sancionen las prácticas oligopólicas, la especulación y las maniobras extorsivas que puedan intentar las empresas que concentran la propiedad y el control de las principales actividades productivas y de servicios del país.
V - Jornada laboral de 8 horas.
El Estado, con la participación de las organizaciones sindicales, y, si fuera posible, con la colaboración del empresariado, debe garantizar el cumplimiento efectivo de la legislación vigente: jornada limitada de 8 horas diarias; lo cual disminuirá la sobreocupación, muchas veces impaga, y tendrá, además, un efecto redistributivo con la creación de nuevos empleos.
VI - Protección del trabajo.
Plena vigencia del derecho protectorio del trabajo. Derogación de las normas antilaborales, injustas e inconstitucionales, todavía vigentes. La reciente sanción de la ley 26727 que establece un nuevo Régimen Nacional del Trabajo Agrario, significa un gran avance en este sentido.
Esta es una decisión reparatoria, ética y política, que se debe concretar en homenaje a las decenas de miles de trabajadores, delegados y dirigentes gremiales, y profesionales ligados al movimiento sindical, que sufrieron la muerte, el secuestro, y la desaparición, cárcel, torturas y exilio por su compromiso con la causa popular.
Promoción de una nueva ley de riesgos del trabajo que proteja integral y eficazmente la vida, la integridad personal y los derechos de los trabajadores y sus familias.
VII- Erradicar la desnutrición, la mortalidad, el analfabetismo y la indigencia infantil y juvenil.
Esta es un objetivo urgente, sin duda el mas grave de la deuda social endiente desde la debacle del 2001. Es imprescindible desplegar una estrategia integral, conjunta, estatal y social. Es posible hacerlo en pocos años, con la Asignación Universal por Hijo se ha dado un gran paso adelante.
VIII- Salud, Educación y Seguridad Social públicas.
Reconstruir y garantizar a todos los trabajadores y sus familias la cobertura completa del sistema público de salud y educación, garantizando su equidad y sustentabilidad; complementando así la decisión de reestatizar y extender el del Sistema Nacional de Seguridad Social.
IX - Diálogo social.
El Diálogo Social debe ser convocado e implementado institucionalmente, a partir de nuestros antecedentes nacionales, incluyendo la conformación de un Consejo Social y Económico Nacional, que podrá integrarse con representantes de las organizaciones sindicales y sociales de trabajadores, y con representantes del sector empresarial, amén de funcionarios nacionales.
En el marco de dicho Consejo se debe impulsar un Acuerdo nacional para el pleno empleo digno, la producción y la Justicia Social, con características de Política de Estado, sobre la base del reconocimiento y el cumplimiento efectivo de los derechos humanos y sociales de los trabajadores (empleados, desempleados y jubilados), y sus familias; y de la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica.
X - Protagonismo democrático de los trabajadores.
Promover y concretar la participación plena, activa, de los trabajadores en las decisiones sobre los grandes temas nacionales, en la estructura del Estado, y en las empresas.
Un Programa de esta índole, con estos u otros objetivos y reivindicaciones, sería, esta vez, una herramienta para el diálogo y el trabajo en conjunto con nuestro gobierno nacional, popular y democrático, con la conducción de la compañera Presidenta.
Consideramos, también, que se debe impulsar con fuerza y debatir seriamente, la necesidad de una Reforma Constitucional, que recoja el espíritu, los valores, y el articulado clave (arts 37, 38, 39 y 40) de la Reforma de 1949, la llamada, con toda justicia, Constitución de los Trabajadores, actualizados de acuerdo al estado de la mundialización, y al cuadro de situación nacional y regional latinoamericano.
Este debate es esencial para la profundización, condición imprescindible, sine qua non, de la consolidación del Proyecto Nacional, Popular y Democrático, en este tiempo, entre los Bicentenarios de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia Nacional.
Formulamos estos aportes con la vocación de que sean útiles para avanzar hacia los objetivos estratégicos de lograr la plena inclusión, y la Justicia Social con la distribución progresiva de la riqueza, mientras seguimos construyendo la Nueva Argentina del siglo XXI.
"La gran diferencia entre la Argentina que recibimos y la que vamos a entregar a las generaciones futuras es muy simple, pero muy honda: en la Nueva Argentina el Pueblo decide su propio destino".
(Juan Domingo Perón, Mensaje de la Victoria, Congreso de la Nación, 1º mayo de 1951).
Como Pueblo estamos transitando de la Reconstrucción a la Refundación nacional, para lograrlo plenamente es fundamental contar con la Unidad, la Solidaridad, la Organización y el Protagonismo de la clase trabajadora nacional.
A esa tarea convocamos, y nos convocamos.